viernes, 10 de enero de 2014

De cuerpos y fragmentos


 
El cuerpo estaba más allá de los límites de su experiencia y precisamente por eso escribía sobre él infinidad de versos.
Milán Kundera. La vida está en otra parte.


En estas vacaciones decembrinas leí dos libros que me regalaron hacia fines del año: De pies a cabeza, de Godofredo Olivares, y Mientras dormía el sultán, de Christel Guczka.
         Leer el primero es un deleite. En cada capítulo Godofredo hace un recuento histórico, simbólico, sensible y sugerente de lo que las partes del cuerpo humano han significado para distintas culturas, épocas, artistas o lenguajes coloquiales. De los pies a las cabezas, pasando por las espaldas, las cejas, los lunares, las calvas o el pubis, descubrimos con asombro que partes como el sudor, las uñas o incluso los pulgares han llegado a tener un sentido erótico o amoroso para algunas personas en comparación con otras a las que su sola mención causa un profundo rechazo.
         Escrito con una erudición sensible, nada chocante o vanidosa, este libro despertó en mí una ávida curiosidad. ¿Por qué fue una de las preguntas que me sobresaltaron al leerlo sir Walter Raleigh, después de haber prestado tantos favores a la corona inglesa muere decapitado por mandato real? Corrí a buscar una explicación. Dice el Diccionario Bompiani de Autores Literarios, en su tomo IV, que Raleigh obtuvo la protección de la reina Isabel I cuando contaba con treinta años, en 1582, apenas dos años después de haber entrado en la corte bajo el amparo del conde de Leicester. A partir de ahí la historia de sir Walter Raleigh es más conocida: sus expediciones al norte de Florida que terminarían llamando Virginia en honor de la reina; años después, nombrado capitán de la guardia de la reina, tomó parte en la lucha contra la Armada española, organizando las fuerzas de tierra; sus exploraciones en la Guayana, sus cruzadas contra España. Su muerte en el cadalso no me hubiera sorprendido tanto de haber sabido que la reina Isabel muere en 1603 (a Raleigh lo decapitan en 1618). A la muerte de Isabel sube al trono Jacobo I, pero éste supo que en el proceso de su nombramiento Raleigh había conspirado en favor de Arabella Estuardo. Fue juzgado, procesado y condenado a la pena de muerte, aunque en el último momento se le conmutó por cadena perpetua. Astutamente, ya que no podía matarlo al haber hecho Raleigh tantos servicios a Inglaterra, en 1616 le ordena tomar el mando de una expedición contra la Guayana en busca de oro. A su regreso, habiendo fracasado en su encomienda, Jacobo I ordena que lo decapiten sin nuevo proceso. Así, uno de los hombres más importantes dentro de un orden político fue eliminado en el nuevo régimen. Si uno lo ve dentro de la historia de los procesos sociales y políticos, nada nuevo hay en esto, por más que a uno lo aflija.
         Uno de los aspectos estructurales que más me gustó de De pies a cabeza es la ilación nada repetitiva ni predecible de los capítulos. Algunos comienzan con una sentencia, popular o literaria, que es casi una síntesis capitular, como la que abre “Axilas”: “ ‘Las axilas son el sexo de los dioses’, sentenció el filósofo presocrático Heráclito de Éfeso”.  Y recorremos, en este capítulo, diversas manifestaciones eróticas en donde las axilas han tenido un papel sobresaliente, por más que en la actualidad se relacionen con el sudor y, en consecuencia, con algo repulsivo que hay que ocultar. Pero las axilas, nos dice Olivares, no siempre han sido vistas de esta manera.

Entre los reinos escandinavos, como los vikingos, los gigantes fueron una poderosa raza mitológica de fuerza suprahumana y siempre enemiga de los dioses, aunque con frecuencia  llegaban a casarse entre ellos. Del gigante primigenio Aurgelmir, se cuenta que una noche, mientras dormía, del sudor de una de sus axilas engendró a Trudgelmir, un gigante de seis cabezas, que a su vez hizo nacer a su compañero Bergelmir, y de estos dos emergió toda la estirpe de gigantes malvados del hielo que iniciaron una guerra que duró siglos contra los dioses. Al final los gigantes fueron vencidos y se dio muerte a Aurgelmir; su enorme cuerpo fue arrojado a las entrañas de la tierra y su piel formó el jardín central de Midgard, sus huesos crearon las montañas, su vello generó la vegetación y sus dientes, los grandes acantilados de Escandinavia.

Con todo, si las axilas tienen esta fuerza erótica y creadora, los cuellos no se quedan atrás.

Algunas tribus del Congo afirman que en el cuello habita la primera expresión de la vida y cuando el cuerpo muere es el último recinto que desaloja; los indígenas guaraníes del Brasil colocan en el cuello el alma animal que condiciona su carácter; y las mujeres birmanas se alargan el cuello mediante la sucesiva colocación de anillos metálicos, los cuales expresan su edad, el rango y su riqueza. Es a los diez años cuando las niñas birmanas comienzan a recibir, en una ceremonia de iniciación, sus primeras cinco anillas que en lo sucesivo irán aumentando hasta llegar a soportar un peso de 30 kilos; es el número de anillas de cobre, latón u oro, el que ejerce un poderoso atractivo estético. En la antigüedad, se creía que al removerlas del cuello no podría éste soportar la carga de la cabeza, provocándoles la muerte. Pero esto es una falsedad, ya que los músculos del cuello pronto recuperan su fortaleza y alcanzan su normalidad. Otra versión sobre el origen de que las birmanas porten anillos en sus cuellos se remonta a la leyenda de que un día los espíritus castigaron a las tribus birmanas con una invasión de tigres. Las víctimas que mayormente sucumbieron bajo los colmillos felinos fueron los cuellos de las mujeres, por lo cual los hombres idearon protegerlas colocándoles anillos metálicos.
         En realidad, todo cuello absorbe la tentación de inscribir sobre él una insigne huella de colmillos.

Observador y crítico lúcido no sólo de las antiguas épocas a las que su saber nos remite, sino de la moderna, construida sobre los pies de aquéllas, Godofredo construye con su nuevo libro, editado por Editorial Terracora, un diálogo con el Hombre, con sus obsesiones, con su historia, sus fanatismos, su arte, sus provocaciones, y estimula en nosotros, además de nuevas miradas sobre nuestro cuerpo desde los diversos ángulos que enfoca, la desacralización de estamentos históricos, sociales y políticos a través del estudio del cuerpo y su vida cotidiana.
         Del libro de Christel Guczka hablaré en la siguiente emisión de este blog. Es cuanto.



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