Visión de la crítica creativa: Edgar Allan Poe
El arte sirve para
limpiarnos los ojos.
Karl Kraus
Mejor conocido como el
precursor del relato policial y un maestro en el arte de la narrativa de
terror, Edgar Poe (Boston, 19 de enero de 1809-Baltimore, 7 de octubre de 1849),
alias Edgar Allan Poe, fue antes que otra cosa un gran crítico. No solamente en
su vasta obra claramente crítica, sino en su obra imaginativa, ficcional, Poe
ejerce un profundo sentido del criterio[1].
Desde su primera obra, Tamerlane and
Other Poems (Boston, 1827), publicada cuando este autor norteamericano
tenía dieciocho años, podemos encontrar ya un interés por crear a partir de
este rigor. Si bien “Tamerlán” presenta un estilo byroniano y un clasicismo
anticuado que denota la inmadurez literaria de su autor, recorre este poema una
alta capacidad para enjuiciar, examinar, el mundo que rodea al yo lírico (ni
más ni menos que el gran Tamerlán [1336-1405], quien llegó a conquistar desde
Moscú hasta la Gran Muralla China) y que pone en duda su vana existencia, pues
sus dominios ya no existen y él está por desaparecer. El “Tamerlán” de Poe,
aunque no muy bien logrado, era un intento de alegoría, de mostrar a partir de aquella
majestuosa existencia la pequeñez de la existencia humana.
Los errores de este primer texto, Poe no los corrige en su
siguiente obra, Al Aaraaf, Tamerlane and
Minor Poems (Baltimore, 1829), en la cual incluye los poemas de Tamerlane y en la que el joven Poe
guardaba infundadas esperanzas. Si “Tamerlán” fue para sus pocos lectores
incomprensible, “Al Aaraaf” es un texto oscuro. Este poema narrativo creado por
un soñador que canta al amor, que canta a Ligeia y a todas las cosas que hay en
la naturaleza, está lleno de alusiones a los mundos clásicos, grecolatino,
persa y hebreo, pero sin unidad ni nitidez entre las dos partes que lo
componen. El sentido de sus primeros versos, inmersos en la nada existencial,
desaparece conforme se desarrolla. La imposibilidad del amor gana terreno en el
poema, pero ni siquiera este significado está presente hacia el final del
texto, cuya ambigüedad[2]
no permite una gran impresión, una epifanía, que conmueva a los lectores.
Para 1831, fecha en que publica Poems (Nueva York), Poe
ha entendido y tratado de corregir sus errores. En este libro se incluye “Al
Aaraaf” y una versión modificada de “Tamerlán”, además de nuevos poemas, entre
los que destacan “To Helen”, “Lenore” e “Israfel”. Sin embargo, los símbolos
que usa, al menos en Israfel, siguen siendo poco claros para el público al que
pretende llegar. Israfel es, en la religión islámica, el ángel que tocará la
trompeta para anunciar la resurrección y el juicio final de Dios. En el poema
de Poe, Israfel es el ángel de la música que toca, mientras a su alrededor,
todo el cosmos queda encantado por la belleza de sus notas y, así, todo cesa,
todo calla, todo perece.
(1831 es, desde mi punto de vista, el año de la madurez de
Edgar Poe. En este año le ocurren situaciones extremadamente dolorosas que le
ayudarán a reestablecer el rumbo de su vida, aunque éste incluya la miseria
económica. En febrero de este año se hace expulsar de West Point al darse
cuenta de que Mr. Allan, su padre adoptivo, no lo ayudará ni siquiera en los
mínimos gastos administrativos que le solicita el colegio. Regresa con su familia
paterna, su tía María Clemms, su prima Virgina y su hermano Henry, a Baltimore.
Pero en agosto de este mismo año, Henry deja de existir a causa de una larga enfermedad,
al parecer congénita y vinculada a la que acosó a sus padres. En 1831, también
conoce a Mary Devereaux , joven y bonita vecina de su tía, con quien mantiene
una relación de no más de un año debido al arrebatado amor de Poe, que la cela
y que la trata como si fuese su posesión, al grado de haber tenido lamentables
escenas de violencia con la familia de Mary, a quien seguramente nunca olvidó,
pues cuando ambos estaban casados, en 1842, fue hasta su casa en Nueva York
para preguntarle si amaba o no a su marido.)
A partir de 1831, las características de su estilo literario
empiezan una lenta transformación. “Metzengerstein”, publicado por el Saturday Courier el 14 de enero de 1832,
su primer cuento, posee un aire gótico tomado de los escritores románticos
alemanes —a imitación de E.T.A. Hoffman, por ejemplo—, pero
en el que ya hay rasgos típicos de este autor, como el uso de la simbología
(presente en sus malogrados poemas), la creación de una atmósfera pertinente
(que será clave en su creación literaria) y el uso de la oscuridad, tanto en
términos de ambigüedad semántica dentro de los textos como de herramienta de
composición a la que destinará diversos usos (atmósfera, personajes, suspenso
narrativo, etcétera).
Junto a “Metzengerstein” conviven cuentos malhadados de los
que nadie quiere hablar, como “The Duc de l’Omelette” (Saturday Courier, 3 de marzo de 1832), “Tale of Jerusalem” (Saturday Courier, 9 de junio de 1832),
“Loss of Breath” (Saturday Courier,
10 de noviembre de 1832) y “Bon-Bon” (Saturday
Courier, 1 de diciembre de 1832). Todos estos relatos tratan de desarrollar
los argumentos de manera humorística; a veces con un intento de ironía, en
otras, de sarcasmo. Pero al menos en estos cuentos, Poe no lo logra. Imaginemos
al joven Edgar, quien en 1832 cuenta con apenas 23 años, expulsado de la casa
paterna y con poca experiencia en el mundo, intentando sobrevivir ante la
tormenta de la vida que se le ha echado encima (este fue el tema de su
siguiente cuento “MS. found in a bottle”, que ganó su primer premio literario,
publicado por el Baltimore Saturday
Visiter el 19 de octubre de 1833), y en cuya literatura intenta expresar,
humorísticamente, su imaginación, sus sentimientos y su erudición. El resultado
no puede ser más abrumador para los lectores. “Bon-Bon”, por ejemplo, es un
relato cuya anécdota se basa en el Fausto
de Goethe, y que trata del filósofo restaurateur
Pierre Bon-Bon. Este metafísico trascendentalista, mientras destapa varias
botellas de delicado vino, platica con el diablo —que ha
llegado a su casa— acerca de Aristóteles, Platón,
Epicuro, Diógenes Laercio, Cratino, Aristófanes, Nevio, Andrónico, Plauto,
Terencio, Lucilio, Catulo, Nasón, Quinto Flaco, Horacio, Menandro, Nicandro,
Virgilio, Teócrito, Marcial, Arquíloco, Tito Livio, Polibio, Hipócrates, entre
otros. Acaso, un relato como este de Poe podría pasar ahora como cuento ensayo,
tan de moda en Occidente desde los noventa; sin embargo, la intención de Poe no
es escribir un cuento ensayístico, sino mofarse de todo dentro de su relato,
incluidos los autores mencionados y de Kant y Leibniz que aparecen en la
primera parte. El desenlace, la partida del diablo negándose a llevarse el alma
de Bon-Bon y la aparente muerte de éste por la caída de una lámpara que colgaba
del techo, no provoca hilaridad en los lectores, al menos no a partir de la
abrupta y torpe trama, sino que la sonrisa surge al contemplar a un precoz
escritor tratando de mostrarse como tal frente al gremio de los
lectores-escritores.
Este humor macabro, inexpertamente expuesto en estos
primeros cuentos, será mejorado en varios de sus relatos posteriores de talante
cómico, como “The sistem of Dr. Tarr and Prof. Fether” (Graham’s Lady’s and Gentleman’s Magazine, noviembre de 1845) o “The
Business Man” (Burton’s Gentleman’s
Magazine, febrero de 1840), aunque habría que señalar que incluso en
algunos cuentos que no pretenden ser cómicos sino escalofriantes, como “The
Cask of amontillado” (Godey’s Lady’s Book,
noviembre de 1846) o “The Black Cat” (Saturday
Evening Post, 19 de agosto de 1843) existe este fino humor de Poe que no
siempre se aprecia en una primera lectura.
Año y medio después de ganar el concurso del Baltimore Saturday Visiter, uno de los
jueces de aquel certamen, John P. Kennedy, lo invita a comer, pero Poe se niega
por carecer de un traje para asistir a la invitación. Es así como Kennedy lo
vincula al Southern Literary Messenger,
una revista de Richmond en la que apareció “Berenice” (marzo de 1835) y
“Morella” (abril de 1835) y de la que poco después Poe sería el director. Este
período dentro del Southern es clave
en la creación literaria del autor bostoniano. La crítica, a la que ya era
proclive desde su edad escolar, que fue alimentada por sus lecturas y que
aplicó escalonadamente en sus textos anteriores a 1835, será desarrollada con
talento y gran fuerza dentro del tiempo en que fue director de esta revista. Las
numerosas reseñas que publica en este periodo son, en muchos casos, verdaderos
ensayos acerca de la composición literaria que, sin duda, nutrirán y
reafirmarán sus ideas sobre teoría y crítica de la década del 40 y cuyas obras
más conocidas son: “American Poetry” (The
Aristidean, noviembre de 1845), “The Poetic Principle” (The Works of Edgar Allan Poe, vol. III, 1850) y “The Philosophy of composition” (Graham’s American Montly Magazine, 1846).
Así, el
crecimiento de Edgar Allan Poe tiene sus raíces en todos estos años de
formación y fracaso, que pudo dirigir con una lúcida mirada crítica, que encauzó
su proceso creativo y que lo llevó a escribir en “Letter to B”, publicada en julio
1936, mientras fungió como director del Southern
Literary Messenger:
It has been said that a good critique on a poem may be
written by one who is no poet himself. This, according to your idea and mine of
poetry, I feel to be false — the less poetical the critic, the less just the
critique, and the converse [en línea, fecha de consulta 11/01/2016].
[Se ha
dicho que una buena crítica de un poema puede ser escrita por alguien que no
sea él mismo un poeta. Esto, según su
idea y la mía de la poesía, siento
que es falso; cuanto menos poeta sea el crítico, menos justa será la crítica, y
a la inversa (2006: 161).]
Referencias
Poe, Edgar Allan (1997). Cuentos/1 y /2. Prólogo, traducción y notas de Julio Cortázar. México: Alianza editorial.
———— (2006). Ensayos.
Traducción Margarita Costa. Buenos Aires: Claridad.
———— (en línea, fecha de consulta 11/01/2016). “Letter to B——”, en http://www.eapoe.org/works/essays/bletterb.htm
Rosado, Juan Antonio (2004). Cómo argumentar. México: Praxis.
[1] Que no es otra cosa
que, como diría Juan Antonio Rosado en su libro Cómo argumentar [2004: 10], la expresión razonada de nuestra experiencia ante cualquier fenómeno. En este caso,
la literatura.
[2] Seguramente ya tenía
clara en su mente la destrucción de los amantes —aunque no se muestre
bien en el poema— con que compondrá en 1838 el escalofriante
cuento Ligeia.
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