jueves, 17 de enero de 2013

Una historia de la poesía mexicana a través de sus letras


Para Paco Calderón Córdova,
con mi agradecimiento.

Tengo en mis manos un ejemplar de la Antología general de la poesía mexicana. De la época prehispánica a nuestros días, que Juan Domingo Argüelles preparó para la editorial Océano, y que de manera generosa el día de ayer me hizo llegar Paco Calderón Córdova, destacado ambientalista, lector voraz y amigo entrañable.

Compuesta para que los lectores gocen de la poesía sin importar si son especialistas o no, como afirma en su lúcido prólogo Argüelles, esta obra está dividida en cuatro apartados y el pulso de esta selección dialoga con lo que ha sido la poesía mexicana en cuatro momentos históricos: época prehispánica (siglos XIV y XV), época colonial (siglos XVI y XVII), Independencia (siglos XVIII, XIX y el despertar del XX) y Modernidad y época contemporánea (el siglo XX y los albores del XXI).

En la primera parte observamos las hermosas traducciones que don Miguel León-Portilla y Ángel María Garibay hicieron de los poemas elaborados por ocho poetas prehispánicos: Tlaltecatzin, Tochihuitzin, Nezahualcóyotl, Axayácatl, Nezahualpilli, Cuacuauhtzin, Macuilxochitzin y Ayocuan Cuetzoaltzin. De todos ellos, dice Argüelles, el más importante es Nezahualcóyotl, y aunque parece perogrullada porque era prácticamente el único que leías en la escuela primaria, tal vez tenga razón porque “es el que formuló las preguntas poéticas fundamentales, dándoles también las respuestas más sabias en poesía y en filosofía”: 

¿A DÓNDE IREMOS?...

¿A dónde iremos
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
hay incineramiento de gente.
Que tu corazón se enderece:
aquí nadie vivirá para siempre.

No obstante la enorme labor que implica dar a conocer a estos poetas, el lector siente al leerlos que la selección se queda corta, que si la literatura se nutre de la literatura contemporánea y de la que la precedió por qué comenzamos a leer a un poeta de mediados del siglo XIV… Inmediatamente surge una pregunta: ¿qué pasaba con la poesía prehispánica antes de este siglo?

El segundo apartado, la época colonial, incluye, a decir de Juan Domingo Argüelles, al primer poeta mexicano realmente universal: Sor Juana Inés de la Cruz. A Sor Juana es a la única que le dedica, prácticamente, todos los comentarios cuando se refiere a este período en su prólogo a través de las observaciones que en su momento hicieron de ella Antonio Castro Leal, Alfonso Méndez Plancarte y Octavio Paz. Su obra cobra mayores dimensiones si la comparamos con la de sus contemporáneos, reunidos también en esta antología: Gutierre de Cetina, Luis de Sandoval y Zapata, Carlos de Sigüenza y Góngora, Francisco de Terrazas, Hernán González de Eslava, Bernardo de Balbuena, Juan Ruiz de Alarcón y Fray Miguel de Guevara, frutos prodigiosos de las letras de la Colonia. Pero miremos si, acaso, es certero lo que afirma el autor con el siguiente poema de Sor Juana:
 
QUÉJASE DE LA SUERTE: INSINÚA SU AVERSIÓN A LOS VICIOS, Y JUSTIFICA SU DIVERTIMIENTO A LAS MUSAS

 En perseguirme, mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

 Manuel Martínez de Navarrete, Andrés Quintana Roo, José Joaquín Pesado, Ignacio Ramírez, Guillermo Prieto, Antonio Plaza, Vicente Riva Palacio, Ignacio Manuel Altamirano, José Rosas Moreno, Juan de Dios Peza, Manuel Acuña, Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, José Juan Tablada, Efrén Rebolledo son algunos de los poetas que se incluyen en la tercera parte y que nos evocan tres tiempos en la poesía mexicana de este momento.

Por un lado, un declive en la calidad de la composición poética de la mano de los autores de finales del siglo XVIII y principios del XIX: Martínez de Navarrete, Sánchez de Tagle, Ochoa, Pesado, Montes de Oca, entre otros, que son, dice Argüelles, hasta cierto punto decepcionantes y solamente sorprendentes rara vez en pocas composiciones, sobre todo si se les compara con la época que los precedió.

Junto a los poetas anteriores hay otros que, sin alcanzar a Sor Juana, intentan romper con el academicismo poético y la medianía de su generación y preludian la época que vendrá: Andrés Quintana Roo, Francisco Ortega, Ignacio Manuel Altamirano, Riva Palacio, Ignacio Ramírez “el Nigromante”, Justo Sierra, Agustín F. Cuenca y Manuel José Othón.

Y, finalmente, de la mano de los románticos Manuel M. Flores y Manuel Acuña se abren paso los modernistas, con quienes la poesía mexicana cobra una nueva vitalidad y lo mexicano toma un nuevo rostro. Así, las plumas de Amado Nervo, José Juan Tablada, Enrique González Martínez, Efrén Rebolledo, Manuel Gutiérrez Nájera son, a la vez, una muestra de la singularidad de la voz poética de su autor y una unidad del quehacer poético en México.

La última parte, tengo que decirlo, está incompleta. Los ejemplares poetas que componen este capítulo: Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, Renato Leduc, Bernardo Ortiz de Montellano, Owen, Gorostiza, Torres Bodet, Efraín Huerta, Octavio Paz, Michelena, Pita Amor, Bonifaz Nuño, Castellanos, Eduardo Lizalde, Gutiérrez Vega, Thelma Nava, Gabriel Zaid, José Emilio Pacheco, Aridjis, Aura, Cross, Montemayor, David Huerta, entre muchos otros de calidad indiscutible, no alcanzan a llenar los albores del siglo XXI como se suscribe en el título del apartado.

Pensar que el último autor antologado ―Efraín Bartolomé― haya nacido en 1950 y represente lo que a los instantes poéticos mexicanos ciñen en el año 2013 es inverosímil. Ciertamente, el autor nos aclara que intenta mostrar a aquellos poetas que ya son un referente en la poesía mexicana porque su obra ha sido sometida a la lectura del tiempo, pero, si mal no recuerdo, muchos de ellos eran ya un referente cuando yo era niña, y eso fue hace treinta años. ¿Acaso desde el nacimiento de Bartolomé la poesía mexicana no tiene poetas que merezcan ser incorporados en esta obra?

Como el mismo Argüelles argumenta ésta es una visión parcial de la poesía mexicana y tiene el gusto y el sabor del autor que antologa; un gusto, a mi parecer, cultivado, romántico, inteligente, apasionado y sensible hacia las letras mexicanas. Por ello, ojalá ésta no sea la edición final de este magnífico libro y se puedan incorporar las ausencias que se advierten, ausencias que, por otro lado, no deberían estar en una obra que tiene el aliento de ser, como se apunta en la contraportada, “canónica”, es decir, un libro que representa el canon ―tanto en su acepción de modelo como de catálogo― de lo que ha sido la poesía mexicana desde la época prehispánica hasta nuestros días.

 

  

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