Una vieja discusión
La
literatura es elevación. No inspiración, les ruego. Elevación. Epifanía joyceana.
Es el instante en el que se tiene la impresión de que, en toda la nulidad del
hombre y de la vida, hay de todos modos unos cuantos momentos privilegiados,
que hay que aprovechar.
Danilo
Kis
El día de ayer redescubrí con
placer por qué me gustaba leer a Platón. Ciertamente, ya no me fascina por el
tono con que en los diálogos Sócrates ataca a sus contrincantes y para ello usa
una herramienta que se supone el mismo Sócrates vilipendia en razón de la “verdad”
que dice buscar, la retórica. A pesar de esto, leer Ión o de la poesía es traer al presente una vieja discusión que sin
embargo sigue causando escozor entre los escritores: ¿el poeta (entiéndase
creador en su más amplio sentido literario) escribe bajo el influjo de una
diosa o es la técnica aprendida, estudiada y repetida lo que lo hace creador?
En este breve diálogo, Platón a través de Sócrates da la
respuesta con una epifanía: si no sabes todo lo que conlleva tu arte sería
injusto decir que eres poeta en virtud del compromiso que has hecho con este
(es decir, no eres poeta por el arte), en tal caso habría que afirmar que tal
título se te confiere por inspiración divina. Es clara la intención de Platón
de denostar a Ión por representar un arte que ni él mismo comprende a
cabalidad, sobre todo cuando en tiempos de Pericles los viejos dioses van
siendo un recuerdo mítico más que una vivencia espiritual. La tecné, unida a la areté, impera en la conciencia colectiva de los griegos en este
momento histórico.
No obstante, Homero, quien es el educador por antonomasia de
los griegos, resuena también en aquellas mentes: “Canta, oh diosa, la cólera del
pélida Aquiles…” exhorta a los oyentes a concebir que los poetas y rapsodas
crean, componen y profieren su canto a través del soplo divino.
La inspiración como base de la creación después de tantos
siglos parecería pasada de moda. Pero esta vieja discusión griega es tan actual
que es difícil para algunas personas percibir el arte despojado de inspiración.
Al arte se le rodea de un halo de misterio y genialidad innatos a los propios
creadores, lo que lo hace doblemente atractivo.
Desde mi punto de vista no hay arte sin conciencia del arte.
El trabajo, estudio y compromiso que el artista establezca con su propio oficio
llegará a la cumbre, acaso, en una obra maestra; porque no hay obra maestra que
haya surgido de manera espontánea, sin trabajo previo. En este sentido, podemos
ver la obra de muchos escritores en ascenso, que van de menos a más en su
proceso creador. Es el caso, por ejemplo, de Edgar Allan Poe, quien a través
del estudio y del desarrollo de la técnica y de la conciencia artística
concibió una poética con que vincular el criterio literario y el gusto popular.
De Tamerlán a El cuervo hay una distancia que no se llena con inspiración divina.
total y absolutamente de acuerdo!
ResponderEliminarGracias, muchos saludos.
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