Contra los poetas
De
modo que si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano,
debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si
lo que creamos nos expresa o no.
Witold
Gombrowicz
Más conocido por sus notables cuentos
y por su rivalidad con Jorge Luis Borges, a quien admiraba cuando llegó de
Polonia a Argentina huyendo de la Segunda Guerra Mundial, Witold Gombrowicz
(1904-1969) enfatiza en estas dos conferencias publicadas por Tumbona Ediciones
bajo el nombre de Contra los poetas
el innecesario y mítico culto religioso que el poeta, apoyado por sus
seguidores, se hace a sí mismo y a su arte, aunque éste cada vez esté más
lejano del lector común.
El poeta escribe para sí mismo y para otros poetas, asegura
Gombrowicz, porque se deleita en el abuso de las formas alejándose del
contenido de sus expresiones y, lo que es peor, se revela que muchas veces el
poeta escribe sin tener nada que decir. Pero ante un ataque el argumento que
esgrime en defensa suya no se basa en la técnica y la estructura con que ha
construido su poesía, sino afirmando que la poesía es un don de los dioses, y
con una actitud de indignación se lamenta por la barbarie de los tiempos que
corren.
Estas críticas que Gombrowicz expuso en 1947 y en 1969,
respectivamente, son aún vigentes. Nada es más ofensivo que decirle a un poeta
que sus versos aburren, que no se entienden, que no poseen al menos ritmo y
que, por más intentos que haga, esa poesía no conmueve ni, acaso, es posible guardarla
en la memoria. La finalidad de la creación poética no se lleva a cabo y se escudan
muchos poetas mediocres en lo alto que es el arte poético como si su poesía
estuviera en ese parámetro de degustación.
¡Cuánta más importancia tiene, sin embargo, para nuestra
formación el enemigo que el amigo!, dice Gombrowicz, y me recuerda a las
palabras que Chéjov le escribe a su hermano Alexander P. Chéjov en una carta: “Te
escribo esto como lector que tiene un gusto definido. También para que cuando
escribas no te sientas solo. Sentirse solo en un trabajo resulta muy duro.
Mejor una crítica adversa que ninguna crítica, ¿no es cierto?”
Los poetas, como cualquier escritor, cometen errores de
estilo, de ritmo, de rima, que muchas veces provoca ruido al interior del poema,
por no mencionar los de sentido, pero hay poetas que no lo quieren admitir,
cambiar o tal vez por su falta de pericia o de conocimiento en el arte que
dicen ejercer no se dan cuenta.
Paradójicamente, esta actitud de tomar a los poetas como
dioses, o que son por inspiración divina, procede de Grecia, de los rapsodas que
iban cantando sus epopeyas de región en región. No obstante, los griegos
cantaban para que las multitudes los escucharan, y su arte radicaba en la
manera en que ellos lograban conmover al público, en cambio el arte de muchos
poetas actuales radica en el deleite de sentir que son poetas en el aislamiento,
incomprendidos y que su arte es excelso por sí mismo.
Este es el momento en que los poetas deben pisar tierra,
dejar el pedestal que se han construido y con el que están matando a la poesía.
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