Leer poesía
Hacia fines del siglo
pasado el número de lectores de poemas disminuyó, esto a pesar de que, a mi
juicio, el número de personas que los escriben no ha descendido. Podemos
observar la necesidad de los escritores por dar a conocer sus poemas a través
de diversos soportes, electrónicos o impresos, bajo formas clásicas o con el
rigor de la moderna desestructura.
En la década que corre leer poesía para
muchas personas es sinónimo de cursilería, aburrimiento, algo excelso e,
incluso, inentendible. Al parecer se llega a tener esta percepción por las mismas
razones que Johannes Pfeiffer refiere en su breve libro La poesía: Los dos grandes peligros en la creación poética son el
diletantismo y el esteticismo; al primero sólo le importa el sentido de lo que
desea expresar y descuida la forma, y el segundo se mueve en la construcción de
estructuras originales, clásicas, bellas y descuida el sentido de su expresión.
Podemos ir un
paso más allá de las palabras de Pfeiffer y descubrir que no se nos enseña a leer poesía.
En la escuela intentamos ser declamadores de poemas que enaltezcan a personajes
históricos, políticos, a las madres o a los mismos maestros; un poco más
grandes queremos tal vez regalarle un poema al chico o a la chica que nos gusta;
habrá quien, ya casado, quizá recuerde pocos poemas y si la familia tiene una percepción sobre la poesía parecida a la expuesta en el párrafo anterior probablemente su gusto por ésta se vaya diluyendo.
La poesía no es sólo expresión de sentimientos. Poesía, se deriva del griego ποίησις (poiésis), que significa creación, y abarcaba, según nos cuenta Aristóteles en su Poética, diversas especies: epopeya, comedia, poesía trágica, ditirámbica, aulética y citarística. Todas estas especies tienen en común, y de ahí que Aristóteles las considere como especies de la poética, pertenecer al arte que imita sólo con el lenguaje, en prosa o en verso; y esta definición de poesía no ha cambiado mucho en la actualidad [véase Beristáin: 400].
La poesía no es sólo expresión de sentimientos. Poesía, se deriva del griego ποίησις (poiésis), que significa creación, y abarcaba, según nos cuenta Aristóteles en su Poética, diversas especies: epopeya, comedia, poesía trágica, ditirámbica, aulética y citarística. Todas estas especies tienen en común, y de ahí que Aristóteles las considere como especies de la poética, pertenecer al arte que imita sólo con el lenguaje, en prosa o en verso; y esta definición de poesía no ha cambiado mucho en la actualidad [véase Beristáin: 400].
Entre otras cosas, cuando leemos poesía
debemos apreciar el ritmo que el poeta imprime en su composición, la medida de
los versos, la ausencia de estos, la intención de las posibles repeticiones en el poema, la selección
de palabras y su sonoridad, la simetría y el placer o el aliento implícito que
tuvo el poeta al escribirlo. Bajo su pluma, en el papel, el poeta descubre los
mundos ocultos que la cotidianidad del trabajo y la rutina esconden al hombre;
por ello, a veces suele ser profeta y otras veces se disfraza de niño.
Los adultos olvidamos que leer poesía
no es reconocer que el poeta tiene sentimientos, sino que estas creaciones son,
primero, juegos donde se mezcla cierta cantidad de sílabas, sonidos, versos,
estrofas, imágenes, figuras retóricas, una búsqueda de estilo propio y, también, el trasvase de cierta
experiencia humana. Por ello, recientemente la agencia Efe difundió que
leer poesía trae más beneficios que los libros de autoayuda, porque en la
poesía el ser humano reconoce sus anhelos, angustias, problemas, sensaciones e
ideas; es decir, se reconoce en lo que expone el poeta, lo que le permite al
lector liberarse por un momento de sí mismo y contemplar su propio mundo bajo
la mirada de otro.
Los siguientes poemas tienen el brío de lo dicho en los párrafos anteriores:
Dante
José Emilio Pacheco
Al ver a Dante por la calle
la gente lo apedreaba. Suponía
que de verdad estuvo en el infierno.
La casada
infiel
Federico García Lorca
Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
[…]
Imagínate el mundo ordenado a tu gusto.
Supón que has terminado de leer ya la carta,
Que has gozado cien años a tu antojo, y que puedes
Vivir cien años más del mismo modo. ¿Y luego?
Bibliografía
Aristóteles. Poética.
Trad. Valentín García Yebra. Madrid: Gredos, 1974.
Beristáin. Helena. Diccionario
de retórica y poética. México: Porrúa, 1998.Pfeiffer, Johannes. La poesía. México: FCE, 2005.
Me gustó tu reflexión, bien escrito.
ResponderEliminarNámaste esdrújulo; namasté, grave.
Námaste, JL, namasté. Un abrazo y gracias.
ResponderEliminarLa poesía es un género obstinado que se niega a desparecer. Cada generación aporta nuevos aficionados y también nuevos poetas. Es menester aprovechar los avances tecnológicos para difundirla. ¡Inundemos el ciberespacio de poesía!
ResponderEliminarHagámoslo, Marilú. Incluso, que se devela la oculta poesía que existe en la prosa. Un abrazo.
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