De la lectura/Parte 1
Que la lectura de las obras
literarias no sirve para nada, que se lea solamente por el placer que
proporciona y que éste sea un valor indiscutible e intrínseco de la literatura
defendido apasionadamente por algunos lectores y escritores en los últimos años
me ha llevado a reflexionar sobre lo discutible de dicha afirmación, porque si
la lectura se consume solamente por placer (gratia
sui, como menciona Umberto Eco en su ensayo “Las funciones de la literatura”,
en Sobre la literatura publicado por
Random House Mondadori) el ámbito de lo que consideramos literario tendría que
reducirse.
Esta
forma disminuida de mirar al arte literario me recuerda a la “filosofía
televisiva” que tuvo Emilio Azcárraga Milmo (1939-1997). Tal idea la expresó claramente
el empresario en la década de los ochenta, cuando varios periodistas lo criticaron
por la falta de la calidad en los programas de televisión que su empresa
transmitía (y transmite) y la carencia de fines educativos, formadores, hacia
el pueblo mexicano: “La televisión está hecha para los jodidos, los que no
pueden divertirse de otra manera, no para los ricos como yo que tenemos muchas
posibilidades ni para los que lean revistas de crítica política, sino para los
jodidos, que no leen y que aguardan a que llegue el entretenimiento”.
La
literatura —el arte en general— intentó apartarse en el siglo XIX del sentido
utilitario que le indicaba cómo y por qué existir. De la mano de Víctor Cousin
y Théophile Gautier el arte intentaba proclamarse independiente de la moral, de
la religión, de la política y existir por sí mismo, como otros tantos aspectos
humanos: “la religión por la religión, la moral por la moral y el arte por el
arte”. La reverberación que esta idea tuvo en el siglo XX es notable y fue el
motor de varias vanguardias e, incluso, desde mi punto de vista está contenida
en el espíritu declarativo moderno que afirma que la literatura no sirve para
nada. Sólo que, a diferencia de la intención con que nace en el siglo XIX, en
el XXI carece de contexto.
La
lectura literaria tiene diversas funciones, además del placer, que el lector busca
u observa según sus competencias o los niveles de lectura de un texto, y, aun, según
las necesidades de las sociedades de cada época (a veces estas funciones son llevadas
conscientemente por el autor, otras veces no): función crítica, cuando ataca
determinados valores; función cohesionadora, cuando la sociedad está disgregada
y ayuda a cohesionar y dar identidad; función retórica, cuando intenta
persuadir al lector; función moralizante, cuando está impregnada de los valores
con que el autor trata de influir al lector; función filosófica, cuando busca
darle sentido a la vida del hombre, por mencionar algunas.
Leer
viene del vocablo latino lego:
recoger, escoger, recorrer, navegar, leer, recitar libros o poemas. Tal vez por
esto el significado de leer esté aún impregnado de su antigua etimología. Dice
Martín Alonso en la Enciclopedia del
idioma que leer significa recorrer lo escrito o impreso haciéndose cargo de
la significación de los caracteres empleados, pronúnciense o no las palabras
representadas. Como si en el acto de leer fuéramos recogiendo las letras,
navegáramos por palabras, escogiéramos sentidos que recoger de los textos.
La
función educadora, que es la que me interesa abordar en este ensayo, se halla nítidamente
expuesta en aquellas palabras de Platón: Homero es el educador de toda Grecia.
La educación en Grecia, según lo expone Platón en Protágoras, consistía en hacer que los niños recitaran a los
grandes poetas porque allí, en esas lecturas, encuentran excelentes preceptos y
enseñanzas que serán aprendidas e imitadas por los niños, lo que hará que estos
sean más cultos, agradables, tratables y armoniosos. Esta idea de la educación
a través de la literatura, cuando Roma conquista Grecia, es enseñada por los
esclavos griegos a los niños romanos y es tal el influjo que esta educación tuvo
en Roma que se vuelve un parteaguas en su vida social, porque ya no depende
exclusivamente de su familia y porque la cultura griega se vuelve algo vivo
dentro del pensamiento romano. Incluso, algunos pensadores preocupados por el
terreno que gana la lengua griega como lengua de uso común insisten en la importancia
de volver a expresarse en latín.
Como
vemos, la función educadora de la literatura en Grecia y en Roma tuvo un lugar
importante, pero no han sido las únicas culturas en contemplarla de esta manera y tampoco
fueron las primeras.
Hace muy poco leí, gracias a recomendación de mi profesor Rosado, Gilgamesh. Me sorprendió encontrar una narración poética que entendí bien y disfruté. Me impresionó leer un texto tan antiguo, tan lejano pero tan claro.
ResponderEliminarIcela
Me da gusto que ya lo hayas leído, Icela. En él se encuentran muchas preocupaciones que han acompañado al ser humano: la pérdida de la juventud, la búsqueda de la inmortalidad, la mitificación de la vida del hombre, la lucha por el poder, el abuso que los seres humanos hacen de éste, la manera en que un héroe es, al mismo tiempo, su propio antihéroe. En fin, que en la literatura, antigua o moderna, se haya el hombre, sus contradicciones, sus sueños, sus temores...
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