lunes, 27 de enero de 2014

Imaginación, memoria y muerte en "Morirás lejos" de José Emilio Pacheco

In memoriam


Extraño, misterioso, tal vez peligroso, tal vez redentor consuelo de escribir: salir de la fila de los asesinos, observar los hechos.
Franz Kafka. Diarios

Desde la década de los noventa hasta nuestros días hay una exagerada preocupación entre los jóvenes escritores por aportar novedosas formas a la literatura, ello, a veces, sin importar que el contenido de sus textos no esté a la altura de la forma que encontraron[1]. Sin embargo, a lo largo de la historia literaria, la imaginación del hombre ha buscado cauces diferentes, originales, para darle salida a esta necesidad vital de dejar plasmadas sus ideas, sus experiencias, su vida y sus preocupaciones. Es decir, la necesidad de contar historias ha desembocado no sólo en la necesidad del contenido, sino de la forma, desde siempre.

            Se nos olvida, por ejemplo, que el auge que tuvo la literatura de ciencia ficción durante el siglo xx estuvo precedido por varias obras de siglos anteriores, como los relatos de Cyrano de Bergerac (El otro mundo, siglo xvii) o del barón de Münchhasen (Las aventuras del barón de Münchhasen, siglo xviii), entre otras; pero sobre todo, que los relatos de ciencia ficción tienen su antecedente más claro en Los relatos fantásticos[2] de Luciano de Samósata, escritos en el siglo ii d.C., bajo el nombre de Relatos verídicos, y narran historias donde los personajes tienen viajes fabulosos, como el viaje a la luna, y que, como el título y el tema lo refieren, son relatos paródicos, contradictorios, caricaturescos, basados en tradiciones literarias anteriores[3]. En éstos, Luciano trabaja con la novedad de la forma al unir el diálogo con la comedia[4].

            En ese sentido, hay un breve libro, apenas de 150 páginas, un poco olvidado por la historia literaria mexicana: Morirás lejos, de José Emilio Pacheco, que es un enorme acercamiento a estas dos caras (forma y fondo) con las que ha crecido la literatura del mundo.

            La historia es evanescente. Nunca sabemos quién habla. Si hay uno o varios narradores. Dividido en cinco capítulos: Salónica, Diáspora, Grossaktion, Totenbuch, Götterdämmerung; un Desenlace y un Apéndice (u otros posibles descenlaces), a primera vista parece un libro que no tiene coherencia, o más bien, un libro que se pierde en diversidad de ideas.

            Pero esto es totalmente falso. Cada palabra y cada idea inscritas en Morirás lejos parecen acudir a una estructura interna extraordinariamente planeada por el autor. Morirás lejos es, entre otras cosas, el recuento de la persecución que, en algunos momentos históricos, ha sufrido el pueblo judío; pero es más que eso. Pacheco recurre a la memoria histórica y a digresiones interminables con el fin de dejar huella de lo que acontece cuando uno es perseguido por otro.

            Así, el libro se abre como un enigma. Quién persigue a eme, quién es Alguien, quién está sentado en la banca de un parque leyendo todos los días el aviso oportuno de El Universal, donde hay un pozo con forma de torre y un perpetuo olor a vinagre. Pero, sobre todo, quién es el perseguido y quién el perseguidor.

            A diferencia de otros textos que intentan entablar un diálogo con el lector poniendo varios finales para que éste escoja el que quiera o invente el suyo, en el caso de Morirás lejos, Pacheco entabla el diálogo con el lector desde el inicio de su obra. Podemos escoger el principio que queramos, ya que los enumera, podemos escoger el desenlace que nos acomode, puesto que hay varios, o la anécdota que queramos. El texto es tan libre y tan abierto a posibilidades como lo deseé el lector, o quizá, como se dé cuenta. Porque una obra tan compleja como ésta de Pacheco necesita también lectores competentes y abiertos.

            No por ello, sin embargo, la intención del autor se diluye. Al contrario. Recorre el texto como una marca de agua. Los judíos a lo largo de la historia han sido perseguidos, pero no han sido los únicos, recordemos la persecución del pueblo armenio por parte de los turcos o, con un dolor más íntimo para los mexicanos, la persecución de españoles por parte de españoles en su guerra civil, cuando los padres mandaron a México, Rusia y a otros países a sus hijos pensando que en cualquier momento los iban a matar por ser republicanos; como efectivamente sucedió y por lo cual aún se descubren fosas clandestinas con familias enteras: abuelos, padres, niños, bebés...

            De manera que, como el mismo Pacheco lo dice en su texto, Morirás lejos es un recordatorio, una advertencia, un intento porque el ciclo de destrucción del hombre por el hombre no vuelva a ocurrir. Pero si vuelve será ahora más comprensible, porque el acecho, la ruindad, la asfixia de vivir también son sensaciones que aquejan al corazón del hombre.

            Y todo esto es pensado, inventado o narrado por Alguien, un personaje sentado en una banca de un parque que lee el aviso oportuno de El Universal, y cuya presencia se encuentra en todo el texto, pues, extraordinariamente, el capítulo en donde aparece este personaje se incorpora a los otros capítulos y entabla un diálogo con ellos.

            Salónica se encuentra a lo largo de todos los capítulos, pese a ser éste un apartado. Además, cada capítulo está en unidad con un símbolo, y de ninguna manera son gratuitos: el símbolo de Salónica se refiere a la unión entre la A de alguien y la M de eme, personajes-símbolos a lo largo del texto de gran relevancia; representa la lucha entre los hombres. Diáspora, representado por el caduceo de Hermes, se refiere al nombre con el que se conoce, desde el siglo I d.C., al exilio de los judíos por parte de los romanos: la expulsión de Jerusalén. Las serpientes del caduceo representan dos fuerzas encontradas, pero que buscan equilibrio. Grokssaktion, la gran acción, unida al símbolo de la esvástica refiere la persecución que los nazis hicieron de los judíos. Es interesante que parte de la obra se construya con documentos oficiales, en este caso, con parte de los documentos de los juicios de Nüremberg. En el libro de los muertos, o Totenbuch, presenciamos asesinatos masivos de judíos. El símbolo que lo acompaña, la triple cruz, representa el sacrificio. Götterdämmerung, o el crepúsculo de los dioses, se encadena al apocalipsis, a la destrucción de la tierra como consecuencia de la muerte de los dioses. Entre los judíos, el candelabro, como el que va unido a este capítulo, simboliza la relación con los planetas, pero en alquimia este símbolo representa al vinagre, cuyo olor se asocia con el dominio sobre la materia.[5]

            A través de estos capítulos también podemos observar un claro inicio, un desarrollo, un clímax y un deselance de manera general dentro de la novela que usa diferentes estrategias o géneros discursivos. La poesía, el diálogo, el monólogo, aunque usados desde tiempo atrás, se actualizan en la obra de Pacheco porque están usados como no se había hecho. Uno de los personajes que establece diálogo con el autor es el lector. Pacheco recrea los diálogos que el posible lector está haciendo al juzgar su obra, la prosa cambia de lugar al dejar espacios luego de una coma o sin ella, como Mallarmè con su poesía, quien dejaba espacios en blanco para hacer una pausa mayor con la pretensión de que el lector llenara los huecos con letras y palabras. Es decir, es un dicho en lo no dicho. Tal vez Pacheco pensó en esta función al elaborar el texto.

            Es evidente que este complejísimo texto dialoga con la humanidad, representada por escritores, lectores, políticos, víctimas o victimarios. No importa qué papel estemos representando en el momento de la lectura de esta obra, lo importante es tomar conciencia que podemos ser cualquier cosa, y que de todas maneras vamos a morir y que lo más seguro es que moriremos lejos, lejos de nosotros mismos, en una tierra prestada, que por un instante nos ata y nos hace creer que, como ella, seremos eternos espectadores de la vida del hombre.


Bibliografía
Pacheco, José Emilio. Morirás lejos. México: SEP, 1967.
Internet



[1] Como si únicamente la forma novedosa le diera validez a su escritura.
[2] Cfr. Luciano de Samósata. Relatos fantásticos. Madrid: Óscar Mondadori, 1991.
[3] Hace dos mil años, Antonio Diógenes afirmaba en un extenso relato de más de veinticuatro libros, Maravillas increíbles de más allá de Tule, que él fue el primero en pisar la Luna. Cfr. Ibídem, p. VII-IX.
[4] Lo cual, según Luciano, era una innovación en su época (cfr. González Porto-Bompiani. Diccionario Bompiani de autores literarios. Barcelona: Planeta-de Agostini, 1998, pp. 1640-1641), aunque de pronto suene extraño si pensamos en la literatura griega y en Aristófanes, por ejemplo.
[5] Véase Elisena Ménez Sánchez. “Morirás lejos”: el futuro se conquista por la memoria del pasado perdido, en http://www.lasiega.org/index.php?title=%22Morir%C3%A1s_lejos%22:_el_futuro_se_conquista_por_la_memoria_del_pasado_perdido.

2 comentarios:

  1. Si 'lo más seguro es que moriremos lejos', a contralógica es que vivamos demasiado cerca sin percatarlo del todo, en tiempo, espacio o en el tiempo-espacio JEP.
    Felicitaciones por su texto.

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    1. Gracias, Jomelape, hermosa reflexión. Un saludo.

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