Cuestiones de estructura
Yo por
bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan
a noticia de muchos y no se entierren en
la sepultura del olvido; pues podría ser que alguno que las lea halle algo que
le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite; e a este propósito, dice
Plinio, que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena;
mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come otro se
pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no
lo son.
Anónimo.
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus
fortunas y adversidades.
Mientras
dormía el sultán, de Christel Guczka, es un intento por enlazar
y desmitificar seis historias de mujeres de la literatura universal: Eva,
Penélope, Medea, Dalila, Ana Karenina y Scherezada, a través de quince
capítulos como si de una novela se tratara.
A pesar del título, no es Scherezada la guía en la narración
de estas historias, pues sólo aparece en el último capítulo intentando cerrar
el ciclo de narraciones, como si ella hubiera contado todas las historias distribuidas
a lo largo de los capítulos y no al sultán, como en Las mil y una noches, sino al pueblo que se congrega en la Plaza a
la espera de que llegue una Scherezada ciega a contarles historias como parte
de la celebración del Ramadán.
Tal vez si el libro se hubiera estructurado de otra manera esta
Scherezada hubiera gozado de mayor fuerza dentro de la obra, pero el desgaste
del lector a través de las historias anteriores es inevitable.
Así,
llegamos al final del libro, al capítulo XV, tratando de creer que una
Scherezada ciega ―al estilo del adivino Tiresias
o, más bien, del ciego en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y
adversidades― guiada por un “muchachito” llamado
Mohamed va a sentarse en un cojín frente a la Meca para contarles, a los que la
esperan, historias en donde “toca la esencia de tantas mujeres por las que hay
que hablar…”
Y estas “mujeres por las que hay que hablar”, mujeres, la
mayoría, fuertes y astutas en sus historias originales, son, en las historias
contadas por Guczka , lánguidas sufrientes
o víctimas que se dejan llevar por su destino.
Penélope, “aquella invisible, indiferente, olvidada”, a
decir de la autora, ejerce la prostitución por las noches y mata a sus dioses
mientras limpia sus lágrimas y se dispone a tomar el tejido.
Ana Karenina escribe en su diario el desgaste que ha venido
de menos a más en su matrimonio con Karenin y sus amoríos con el conde Wronsky.
El relato sobre Eva, el mejor de todo el libro, es un
génesis en donde Adán y Eva llegan a una nueva tierra, el Edén, en una balsa
buscando “Una constante, pero siempre distinta caída de agua de la cascada más
grande del lugar, que en su descenso, se confunde con el matiz calmado de un
lago transparente, un tapiz de peces y una muralla de rocas verdosas que dan
origen a una vegetación interminable[…]”,
según dice la carta que Eva tiene en las manos y que les fue enviada por su
creador como una invitación para que lleguen a este paraíso. Pero en este Edén
no hay ningún dios, sino la serpiente del relato bíblico que es quien nos
cuenta esta historia y a quien vemos manipulando a un Adán y una Eva ingenuos
que creen que ésta es la mensajera de su “señor” al que tanto buscan y por
quien obedecen todo aquello que les ordena la serpiente: “Ahora sé ―dice
la serpiente― de lo que es capaz aquel señor sobre
estos pobres infelices; aún sin existir, los controla absolutamente”.
Al igual que la narración sobre Adán y Eva, la historia de
Jasón y Medea se desarrolla en otra época histórica a diferencia de la
original. En este caso ocurre durante los tiempos de la Inquisición y es
precisamente un inquisidor el rol que juega Jasón dentro de esta historia. En
la primera escena asistimos, junto al hijo mayor de la pareja, a la quema de
una mujer en la plaza. Arrebatado por su madre ante tan cruel espectáculo, el
pequeño narrador nos cuenta que Medea dejó de ir a la iglesia y de platicar con
el cura desde que empezaron a quemar personas en la Plaza, pues parece que es
éste quien le propone al Juez la próxima víctima. En esta representación Medea ayuda
a la gente del pueblo y los sana a través de sus conocimientos de herbolaria,
conocimientos que, tras la aparición de una epidemia, serán usados en su contra
para acusarla de brujería por el propio Jasón.
El relato de Dalila acontece en un circo, siendo Dalila una
insignificante enana que ama al fuerte Sansón, cuyo espectáculo se centra en
levantar el mayor peso posible. La celosa e ignorada Dalila, un día antes de la
función de Sansón recarga las pesas que éste debe cargar con más peso. Así que levanta
las pesas se le rompe la espalda y todos aquellos placeres de los que gozaba,
mujeres, salidas, ambiciones, desaparecen para quedarse al lado de la enana
Dalila, a quien despreció por mucho tiempo y por la que sentía odio y asco.
Independientemente de que algunas partes de las tramas y los
tonos de los personajes de estas historias no sean muy atinados, el problema
principal recae en su estructura, y es una de las lecciones más importantes de
este libro. Los capítulos I, III, V, VII, IX, XI y XIII relatan la historia de
Penélope como el hilo que se teje de la “esencia femenina” y que será evocado
en las otras historias. El capítulo II, IV narran el cuento de Ana Karenina
para volver a esta historia hasta el capítulo XII… El capítulo VI es la
historia de Eva, el VIII la de Medea, el X la de Dalila y el XIV es una
combinación de las cinco historias en donde las dos primeras narraciones
comienzan con la última frase del último capítulo respectivo del personaje,
pero los tres finales siguientes olvidan que esto era parte de la estructura
del capítulo y comienzan con una imagen nueva.
Como se ve hay rupturas en la narración de las historias
para tejer nuevas o darle continuidad a otras, no obstante también en esto veo
problemas de estructura que ocasiona que durante los cinco primero capítulos la
lectura de esta obra sea lenta y cansada. La arbitrariedad con que se corta el
relato de Ana Karenina y no el de Medea, Dalila y Eva me lleva a pensar que en
un principio la autora pensó en darles un corte a todos pero que el tamaño de
los cuentos no permitió esta ruptura. De haber sido así esto se hubiera podido
solucionar dejando la historia de Ana completa y solamente la de Penélope hubiera
podido funcionar como ese hilo conductor después de cada nueva historia, para
darle al lector una sensación de simetría.
Estas fallas en la estructuración de Mientras dormía el sultán (buen título, sin embargo nunca lo vemos
dormir y el lector, al menos yo, no creo que durmiera mientras está el festejo
del Ramadán) no dejan de lado el intento de Guczka por retomar estas historias y
contarlas con un lenguaje, por momentos, poético e incluso desgarradoramente
lúcido, como en el siguiente fragmento del capítulo III: “Y la madre aguarda a
que termine su porción de carne para recordarle su voz, en un tenue festejo,
para después cerrar la tumba de su boca y levantarse de la mesa”. Tampoco
dejamos de notar como lectores el interés de la autora por encontrar nuevas
formas de narrar, de ahí las complejas estructuras elegidas, como en el
capítulo XIV en donde a través del diario de Ana vemos un intento por mezclar lo
que sería la habitual narración de un diario con el flujo de conciencia. Y a
pesar de que no está muy bien logrado, tal vez puede ser un paso para que en un
futuro Christel Guczka nos sorprenda en otro libro.
Maestra querida, te extraño.
ResponderEliminarDespués de leer este comentario te extraño más. Ya quiero que sea febrero.
Admiro tu claridad y esa visión que sólo puede dar el conocimiento.
Felicidades.
Icela querida, muchas gracias por tu comentario. Yo también te extraño. A mí también me sirven mucho las clases de los martes. Un abrazo y mi cariño, Asmara.
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